Callar.
Después de ser condenado, Pilatos ordena que azoten
a Jesús.
Dos soldados brutales descargan toda su fuerza sobre la espalda de
Jesús. Noventa golpes pueden contarse en la sábana santa.
Cada látigo tenía
varias cuerdas y la punta de las cuerdas poseía pequeños trozos de plomo sin
pulir, con puntas y salientes que hirieron todo el cuerpo de nuestro Dios.
Jesús lo sufrió por ti y por mí. Era tan doloroso que muchos de los condenados
morían en la flagelación.
María, nuestra madre, lo ve todo y sufre, pero se
calla, porque quiere que Jesús nos salve y para ello debe morir.
Madre, haz que sepa callar; no contestar a mis padres, no
protestar, no decir siempre la última palabra. Aunque sea injusto, o tenga
motivos para protestar.. que me calle. También Tú podrías haber dicho muchas
cosas, y te callaste. Me cuesta pero ayúdame: que sepa callar.
Continúa hablándole a Dios con tus palabras
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