Amar al enemigo. Perdonar todo y siempre.
El 13 de mayo de
1981, fiesta de la Virgen de Fátima, miles de personas acuden a la plaza de San
Pedro para ver a Juan Pablo II. Una niña rubia con un globo azul levanta sus
manitas al Papa, que la toma en sus brazos y la levanta en alto sonriente.
"Nada hacía presentir -comenta el secretario del Papa, don Estanislao- lo
que iba a suceder. Cuando el Santo Padre daba la segunda vuelta a la plaza, el
turco Alí Agca disparó contra él, ( ... ). Yo estaba sentado como de costumbre
detrás de¡ Santo Padre, y la bala, a pesar de su fuerza, cayó entre nosotros en
el automóvil, a mis pies. La otra rozó el codo derecho, quemó la piel y fue a
herir a otras personas ( ... )".
"¿Qué pensé? Nadie creía que una cosa así fuera posible
( ... ) Vi que el Santo Padre había sido alcanzado. Entonces le pregunté:
¿Dónde está herido?" Me respondió: "En el
vientre". Todavía le pregunté: "¿Es doloroso?". Y me respondió:
"Sí"."
"El Santo Padre no nos miraba. Con los ojos cerrados,
sufría mucho y repetía breves plegarias exclamatorias. Si no recuerdo mal, eran
sobre todo: "¡María, Madre mía! ¡María, Madre mía!."
"Cuando llegamos al hospital todo era confusión. Una
cosa era prepararse para recibir a un Papa, y otra verle llegar exangüe e
inconsciente La operación duró cinco horas y veinte minutos, el pulso era casi
imperceptible. Todos temíamos lo peor. Le administré el sacramento de la
Unción, justo antes de la intervención. El Santo Padre estaba
inconsciente."
"La esperanza renació durante la operación
gradualmente. Al principio parecía que la muerte era inevitable: el Santo Padre
había perdido las tres cuartas partes de su sangre".
"Es extraordinario que la bala no destruyese en su
trayectoria ningún órgano esencial. Una bala de nueve milímetros es un
proyectil de una brutalidad inaudita. Para no causar daños irreparables en una
parte tan compleja del cuerpo, tuvo que seguir una trayectoria improbable. Pasó
a unos milímetros de la aorta. Si la hubiera alcanzado, habría sido la muerte
instantánea. No tocó la espina dorsal ni ningún punto vital. Digamos, entre
nosotros, milagrosamente. "
El Papa estuvo en serio peligro de muerte hasta el 15 de
julio. Pero en cuanto pudo, Juan Pablo II se desplazó hasta la cárcel donde
estaba prisionero Alí Agca, quien le disparó. Habló con él, a solas, durante
mucho tiempo. Le perdonó. Le ayudó.
Señor, qué ejemplo para mí. Como Tú, que perdonaste desde la
Cruz a los que crucificaban: "Perdónales, Padre". iQue perdone
siempre! ¡Ayúdame! Como cristiano no puedo guardar rencor nunca, me hagan lo
que me hagan.
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