lunes, 6 de octubre de 2014

14 dia X la VIDA ... 80 bebes salvados en el mundo!



Van 80 vidas salvadas en el mundo !!!
sigamos ORANDO
Anota tus oraciones, sacrificios, comuniones...... en el Ramillete Espiritual de 40 días por la Vida México.


Compartimos el siguiente testimonio.

A veces ocurren cosas inimaginables y aún así pueden no ser tomadas como tal, una vez más me tocó estar en una de ellas, otra vez fui testigo de lo que pasó… De camino a San Luis Potosí a un viaje familiar, y manejando de noche como es la costumbre, siendo casi las 3 de la madrugada, pasando por el DF decidimos desviarnos a la Col. Roma para poder poner nuestro granito de arena a la campaña “40 días por la Vida”; y ahí vamos la familia entera, después de un par de preguntas a transeúntes nocturnos dimos con la calle Manzanillo de la Col. Roma Sur del Distrito Federal. Ahora la misión era encontrar el número 49, después de avanzar un par de cuadras ya sobre la calle que buscábamos, preguntamos a unos jóvenes un poco enfiestados que iban por la banqueta de la localización de dicho número, después de un par de chistosos y amigables disparates nos dijeron que estaba más atrás, dimos en reversa a la camioneta y en eso se empareja otra camioneta de la cual también bajaba una familia, inmediatamente le preguntamos, “¿disculpe el numero 49?” a lo que respondieron “no sabemos, ¿qué buscan?” un poco temerosos por la dureza de la respuesta que daríamos, una clínica de abortos, sólo dijimos: “Una clínica”, ¿van a lo de los abortos? Volvieron a preguntar enseguida, y nosotros dijimos que sí, ésa buscábamos, señalaron unos metros atrás y, efectivamente, ahí estaban, un grupo de personas reunidas. Y aquí comienza lo que para algunos podría ser lo más común, pero para mi fue uno de los sucesos más irreales que he visto en la vida, y que rompen dramáticamente con la inercia, el ritmo y la tediosa rutina de la ciudad más grande del mundo, habitada por más de 20 millones de personas…

Bajamos de la camioneta y nos acercamos lentamente al grupo de personas que allí se encontraban reunidas, Manzanillo 49, como quince metros antes, en una de las casa aledañas sonaba la música estruendosa de una fiesta juvenil, y cinco metros más adelante al fondo de un pasillo de otra de las casa contiguas a nuestro objetivo, sonaba otra fiesta de jóvenes con un par de ellos saliendo de la misma, seriamente y apenas mirándoles el rostro a estos jóvenes continuamos a fin de llegar a donde se escuchaba un pausado pero seguro murmullo. Frente a una casa de fachada pequeña, pintada de blanco y azul lucía una marquesina con las palabras “Marie Stopes”, y un slogan que concluía: “Hijos por decisión”. Frente a ellos presidiendo tan singular reunión una imagen de tamaño natural de la Señora Morena que bajó del cielo de nombre “Santa María de Guadalupe” y que desde los antiguos mexicanos desde hace siglos veneran, no sólo con respeto y devoción, sino con verdadero amor, ahí estaba la Virgen de Guadalupe rodeada de ramos de rosas que espontáneos le había ya llevado y un cirio grande en el suelo que no paraba de arder.

Tres horas con siete minutos de la madrugada del sábado, veintisiete de septiembre del año dos mil catorce, aproximadamente treinta personas unidas; cual va siendo la primera sorpresa, de las treinta personas, veintisiete eran jóvenes, sí, jóvenes de entre dieciséis y veintisiete años… Y en ese momento, yo parado en el corazón de la Ciudad de México, comencé a preguntarme en mi interior, esperando que la respuesta me viniera de algún lado, cómo si esta fuera a llegar, ¿Qué hacen estos jóvenes aquí pudiendo estar dormidos y cenando algo después de una buena y divertida noche de bar o de antro? ¿Qué hacen aquí éstos, algunos de pie, los más fuertes, otros sentados afuera de un local comercial, las mujeres a estas horas de la madrugada? ¿Qué “irracionalidad posmoderna” los mueve a estar aquí repitiendo una y otra vez: ¡Dios te salve María llena eres de gracia… y bendito el fruto de tu vientre, Dios te salve María… bendito el fruto de tu vientre!? Esto es absoluta y completamente una locura! ¿Por qué no se paran y se van a las fiestas de las casas cercanas? ¿Por qué están aquí? ¿Qué hacen aquí?... Y seguía en mis oídos esa extraña combinación de ruido, a lo lejos la música electrónica y cerca el marcial, al mismo tiempo que lleno de ternura: Dios te salve María… Para concluir todos de rodillas pidiendo que intercediera por nosotros, cada “ruega por nosotros” retumbaba no sólo en mi oídos, sino en medio de la noche en la gran ciudad, en esa pequeña calle, como si cada una de esas súplicas fuera por cada mujer que permitió que le dieran muerte a su hijo dentro de sus entrañas, como si esos “ininteligibles jóvenes” estuvieran resueltos a decir un “ruega por nosotros” por cada uno de los ya más de veinte mil bebes mexicanos que no se le permitió ver la luz, que se les privó del derecho más fundamental en una ciudad que se ufana de procurar los derechos de sus ciudadanos a nivel ejemplar.

Porque efectivamente, este tema no es un asunto de salud pública, tampoco lo es de feminismos, ultraderechismos y demás “ismos” habidos y por haber, es un asunto de derechos humanos, sí, pero lo es más de humanidad, no es un tema restringido a un sector de la sociedad o a entidades de un país en específico, es un tema de la humanidad entera porque cuando se acaba con la vida de uno, se acaba con la vida de todos, por lo que, defender a estos pequeñitos es, no sólo tarea, sino deber de todos, todos absolutamente.

Cómo si esto no fuera suficiente, de repente una de las jóvenes al terminar el rezo tomó un pequeño libro entre sus manos y comenzó a leer en voz alta y pausada: “De la encíclica Evangelium Vitae de SS Juan Pablo II…” Todo se desmoronó! Como si todos los paradigmas de las metrópolis se vinieran abajo, de repente es como si toda la ciudad quedara muda, como si todo se callara para el momento solemne de la humanidad que allí habita, como si los siglos hubiesen estado esperando ese momento! Y yo, yo mudo con mis preguntas rondándome la cabeza, estupefacto, golpeado intelectualmente, si esta expresión pudiese existir, ¿qué hacen retumbando en el corazón de una inmensa selva de asfalto, las palabras claras y sentenciosas de una mujer joven leyendo un fragmento que parece que a gritos recrimina a una sociedad que seduce a sus mujeres a que permitan que manos con guantes plásticos blancos y material quirúrgico maten a sus propios hijos? ¿Por qué estremecen a las tres de la madrugada las palabras de un anciano, ejemplar y santo, quien escribió esta encíclica en el siglo pasado, pero que están más vigentes que nunca? ¿Qué hacen este grupo de jóvenes, casi surrealistas, pidiendo perdón a Dios a nombre de esta sociedad inhumana y desagradecida? ¿Qué hace este puñado héroes anónimos, en medio de veinte millones de personas, decididos a implorar a su Dios que se detengan los abortos? ¿Qué los motiva a continuar por cuarenta días y cuarenta noches implorando por el fin del aborto?...

Las respuestas, por supuesto que estoy tentado a contestarlas apresurada e inmediatamente, pero he preferido callar, he preferido continuar seducido por tan valientes testimonios, he decidido seguir en ese momento surrealista lo más que me sea posible, porque no se si haya respuestas, no se si quiero respuestas, y no se si las siga pidiendo, lo que si se, es que antes de continuar mi viaje, sólo me hinqué con esta casi treintena de jóvenes en medio de la gran ciudad a las tres de la madrugada y sumé mi voz a la de ellos, a esas solemnes y pausadas voces jóvenes resueltas a cambiar el mundo, a cambiar a la historia, a cambiar a México… Bendito el fruto de tu vientre!




















































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