ORACIÓN INICIAL PARA
CADA DÍA
Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en
estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte.
PEDIRTE la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me
escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y
renovar cada día en la Misa ese sacrificio.
Y AGRADECERTE con obras lo mucho que me amas: ¡ Tuyo soy,
para ti nací ! ¿qué quieres, Señor, de mí?
Día 1º. MIÉRCOLES DE CENIZA (18 de Febrero)
¿Por qué la cuaresma?. ¡Qué absurdo! Si te fijas, los
hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si me han dicho, si
siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen manía, si era mío o para mí, que si
yo he metido el gol, si yo le dije y entonces .... si me apetece a mí, qué
pensarán de mí, ... y mil frases más que conjugan con distintos verbos el Yo, a
Mí, Mío.
Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda: polvo
eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso? Dios creó el
cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo volverá a ser tierra con la
muerte. Y nuestra alma volverá a Dios:
a) Si es una persona que ha amado a Dios se quedará
disfrutando de Dios ya para siempre.
b) Y si es una persona que ha amado el YO, lo MÍO y el A MI
no podrá estar en el Cielo porque allí sólo pueden ir los que han querido y
quieren a Dios; y éstos también ya para siempre.
Por eso empieza así la Cuaresma: tenemos que ir amando a
Dios y olvidando -matando- el Yo. Es tiempo para recordar que mi cuerpo se
convertirá en polvo; recordar que tengo que cuidar la vida de mi alma; pedir
más perdón por mis pecados; prepararme para recibir la salvación y el amor de
Jesús que conmemoramos en la Semana Santa.
Dile a la Virgen que te gustaría vivir la Cuaresma como Ella
quiere que lo hagas. Y pídele que te recuerde y te ayude a hacer con cariño
este rato de oración estos 40 días. Le darás una alegría a Jesús. Se lo merece.
Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios
con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho
termina con la oración final.
ORACIÓN FINAL
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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