Domingo XXVII Ordinario – Ciclo A (Mateo 21, 33-43) – 4 de octubre de 2020

»Escuchen
otra parábola: El dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco;
preparó un lugar donde hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo.
Luego alquiló el terreno a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó unos
criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y apedrearon a otro. El dueño volvió a mandar más criados que al
principio; pero los labradores los trataron a todos de la misma manera.» Por fin mandó a su propio hijo, pensando: “Sin duda,
respetarán a mi hijo.” Pero cuando vieron al hijo, los labradores se dijeron unos a
otros: “Éste es el que ha de recibir la herencia; matémoslo y nos quedaremos
con su propiedad.” Así
que lo agarraron, lo sacaron del viñedo y lo mataron.» Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo, ¿qué creen
ustedes que hará con esos labradores? Le contestaron:—Matará sin compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a
otros labradores que le entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que
le corresponde.
Jesús entonces les dijo: —¿Nunca han leído ustedes las Escrituras? Dicen: “La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal. Esto lo hizo el Señor, y estamos maravillados.” Por
eso les digo que a ustedes se les quitará el reino, y que se le dará a un
pueblo que produzca la debida cosecha.
Palabra del Señor.
Reflexiones: Hermann Rodríguez Osorio, S.J. José Antonio Pagola Fray Marcos
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